"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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15-01-2008

Guillermo

 

Samuel Blixen-Brecha

Nosotros, tus compañeros de Brecha, que hicimos del cambio un compromiso periodístico, el cambio en el país, el cambio en la izquierda, el cambio en las personas, el cambio en las formas de comunicar esos cambios, te reprochamos el habernos sustraído definitivamente ciertas cosas de nuestra vida cotidiana en la redacción que hubiéramos deseado inmutables.

Nos robaste el placer de la pereza, de subir la escalera de esta vieja casona sabiendo que ya estabas ahí, a las nueve, en el cubículo minúsculo, los diarios ya leídos, para preguntarte qué hay de nuevo, en una primera aproximación a la agenda de noticias, disparador de ese intercambio de enfoques que después enriquecería nuestras crónicas. Intercambio que era un juego de adivinanzas, de descifrar el análisis detrás de los chistes, del humor despiadado que aguzaba nuestro entendimiento y cuestionaba nuestras certezas endebles. (Salvo los jueves, ausencia de humor: “Estoy al cierre”.)
Privaste a Ronnie de su eterno juego de trocar tu nombre, a Rosalba de ejercitar su escepticismo, a Daniel de birlarte los diarios, a Pablo de discutir el sentido de un vocablo, a todos de entreverar el prolijo desorden de tu escritorio en busca de la Constitución o del Código Penal, sabiendo de antemano que terminaríamos consultándote para no meter la pata. Nos privaste de tu ingenio agudo para el título acertado, sugerente, provocador, irónico. Y privaste a los nuevos de la posibilidad de enriquecerse con tu experiencia, tu conocimiento, tu implacable memoria, que ofrecías, generoso, escudado en la modestia y en una exagerada prudencia que abusaba del condicional para subrayar lo provisorio de la mirada personal.
Nuevos: esa fórmula no siempre acertada, a menudo injusta, para marcar la referencia al puñado de maestros, Hugo Alfaro, Guillermo Chifflet, Héctor Rodríguez, Óscar Bruschera, Carlos María Gutiérrez, Carlos Núñez, Ernesto González Bermejo, del que fuiste parte, y que hicieron posible el milagro de un semanario independiente, de izquierda, sin apoyaturas económicas, sin respaldos partidarios, a una década larga del cierre de Marcha, y en un Uruguay profundamente transformado por la dictadura, que se aprestaba a la inclusión en la posmodernidad globalizada y que a la vez revitalizaba la esperanza del cambio.
Las ausencias, las partidas, te hicieron depositario de aquel compromiso fundacional que se iría probando en la marcha y que obligaba a ejercer, viernes a viernes, el equilibrio entre la mirada personal y el compromiso común de ciertos principios, cierta ética, la apuesta a una manera de hacer periodismo que cosechó –y cosecha– reconocimientos pero también acusaciones y reclamos. Tú fuiste quien le recordó al general Liber Seregni, en un encuentro informal, asado mediante, que Brecha no era frenteamplista, cuando el general nos reprochó una falta de lealtad con el Frente Amplio. “Somos independientes, de izquierda pero independientes”, explicaste, y el general aceptó esa toma de distancia
–alertando a la vez sobre la responsabilidad de la postura– como mecanismo de una crítica sana, sin compromisos ni componendas partidarias, que apostaba –y apuesta– a contribuir al cambio, no a entorpecerlo, aun a costa de la incomprensión y la soledad.
Nos sentiremos más expuestos, ahora que no contamos con el aporte de tu rigor, hasta tu excesiva meticulosidad –que muchas veces nos exasperaba y que provocaba aquellas interminables discusiones que hoy añoramos– para encontrar el tono justo, evitar el facilismo y reflejar en cada edición una señal del objetivo perseguido. El rigor como componente de una ética que no se reduce a un catálogo de normas de “objetividad”, y que muchas veces consumía las horas críticas del cierre. Rigor que exigías en los seis años que ejerciste la dirección sin autoritarismos y que complementabas con una defensa de nuestro trabajo, de nuestra independencia, cuando llegaban los reclamos, las presiones, los desmentidos arteros. Rigor profesional que compartiste por la vía del consejo, del aporte, cuando dejaste el escritorio iluminado de adelante y te refugiaste en el cuartito oscuro, predicando con el ejemplo el criterio de dar paso para que otros vivieran experiencias de conducción. Rigor que operó como referencia cuando el colectivo ensayó una fórmula inédita en la prensa nacional, en la que los periodistas eligen a su director y su jefe de redacción y acuerdan los lineamientos generales de la política editorial. Rigor de periodista y de militante para enfrentar el poder, exigir la transparencia, combatir la corrupción, rescatar la memoria y denunciar los autoritarismos.
Si los periodistas somos catalizadores del saber ajeno, vos eras catalizador de nuestro esfuerzo colectivo por ensayar el periodismo que pretendemos. Hemos acumulado tu aporte, resultado de la práctica diaria de indagar, conocer, informar, denunciar, polemizar, pero no tendremos, ni nosotros ni los lectores, tus crónicas escritas con elegancia, con claridad, con humor, con valentía y con un apego firme a las convicciones. Crónicas que no sólo reflejaban las técnicas de la comunicación, que se enriquecían con la experiencia que marcó a toda una generación, y de una cultura vasta, polícroma, que impregnaba el texto sin alardes. Podemos imaginarnos tu gesto de incomodidad, pero no podemos dejar de pensar que tu deserción no es sólo una pérdida para Brecha, lo es para el periodismo del país que apuesta a una mirada lúcida, sin concesiones y a la vez solidaria, de la sociedad en que vivimos y de aquella en la que aspiramos a vivir.
En tu mochila de conocimientos y sabiduría buscábamos todos, viejos y nuevos, y abusábamos de tu generosidad. Hoy sentimos la ausencia de ese aporte, como sentimos la ausencia de tu camaradería, de la amistad que se forja en el trabajo compartido durante años, una amistad enriquecida por el afecto personal y el desafío compartido. Brecha seguirá, y otros nos esforzaremos en el compromiso de reflejar, en cada número del semanario, el proyecto imaginado y concretado por quienes lo fundaron, como tú reflejaste en los 22 años de trabajo el legado de los otros maestros. Ojalá no perdamos el reflejo de preguntarnos qué opinaría Guillermo, como contigo nos preguntábamos qué opinaría el Negro, qué nos aconsejaría Héctor. Te veremos en cada recodo de la vieja casona, levantaremos tus notas para enriquecer las nuestras, pero ya no podremos reírnos y angustiarnos, y enorgullecernos y lamentarnos, y caminar y tropezar contigo como lo hicimos cada semana.

 

 

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